“Ciertamente les aseguro que el que cree en mí las obras que yo hago también él las hará, y aun las hará mayores, porque yo vuelvo al Padre.” – Juan 14:12
Cuando leo este versículo, me entusiasma mucho. Quiero hacer obras mayores. Es una lástima que hemos dejado al lado la revelación de estas palabras de Jesús por alguna razón. Quizá es que no la entendemos, pero lo dudo. Más probable es que la fe necesaria se nos escapa, y que tememos al hombre en general. Estoy muy culpable de eso. El hecho es que las obras no dependen de nosotros, sino en Él que vuelva al Padre. Suelo decir que lo que no tenemos, faltamos, por falta de pedirlo.
Le puse la mano en la pierna. El muchacho de nueve años me había dicho que le dolía el tobillo, y que podía estar roto. Oré una oración corta, pidiéndole a Dios que el dolor deje su cuerpo. Es muy fácil orar para los niños: tienen una fe profunda, pues el mundo no la ha adulterado. El dolor todavía quedaba. “¿Otra vez?” le pregunté. Oré. Giró el pie en círculos lentos. “¿Cómo te sientes, mejor o peor?” “Mucho mejor.” Tampoco les sorprenden mucho lo sobrenatural. Unas horas más tarde le pregunté si todavía no tenía dolor. Como respuesta, corrió a toda velocidad a través del campo de fútbol y de vuelta.
A veces pensamos que estas cosas sólo ocurren en países extranjeros, o peor, que no ocurren nada hoy en día. No tenemos que ser un "Fray Gomez" ni tener una almohada de piedra. ¡Yo no soy alguien especial! Los milagros son un señal del amor de Dios que cualquier cristiano puede demostrar. Lo dijo Jesús. ¿Lo vamos a creer?
Saturday, April 25, 2009
Monday, April 20, 2009
Abierto y libre
El incidente de Wendy's
Hace una semana, yo y tres amigos fuimos a comer una cena rapida en Wendy’s. Sin ningún plan salvo gozar de unos batidos de chocolate, nos sentamos y platicamos por un ratito. Mi amiga echó a reírse hasta que no podía controlarse y yo eché un vistazo por el restaurante a ver sí alguien oía nuestro ruido. En aquel momento sentí una oleada de audacia en mi espíritu. La que se sentaba a la izquierda se volvió hacia mí y preguntó si debíamos ministrar a la gente del restaurante. Sentí un gran “sí” desde Díos, y sin pensar, de repente me levanté y quedaba frente a una pequeña masa de gente. Anuncié en inglés y español algo sobre el deseo de Dios que se sane la gente, y que querríamos orar por cualquiera persona que tuviera una enfermedad o cualquiera otra necesidad. Una mujer lo señaló a su esposo, y nos acercamos a ellos. Fue un pastor de una iglesia local. Oramos para que Dios les diera provisión financiera y bendición.
Luego, afuera, habían unos hombres sin hogar, claramente borrachos, sentados junto al portal. Me pidieron dinero para cigarrillos, a lo cual contesté un ‘no’ firmo. El que se llama “Dave” declaró que era veterano de la guerra de Vietnam.
“Siempre que conozco a veteranos como usted,” le dije en serio, “quiero decirles ‘bienvenido a casa, y bien hecho, le agradezco mucho su sacrificio.’”
Antes de que pudiera acabar de decirle eso, rompió a llorar. Había sufrido heridas profundas a causa de las cosas que vio en la guerra. Hasta haber enseñado en la universidad de Cornell (y ya sin hogar), todavía llevaba en su corazón los soldados que se le perdieron y el dolor de haber matado a otros. Le hablamos del amor poderoso del Padre Celestial que puede cubrir y sanar esas heridas y oramos por él. Después se ponía alegre y sobrio.
Mientras tanto, los otros dos amigos habían orado por un chavo con dolores de las rodillas. Se había levantado, confundido por la desaparición súbita de todo el dolor. El libro de Hechos en Wendy’s…¡Alabado sea Dios!
Hace una semana, yo y tres amigos fuimos a comer una cena rapida en Wendy’s. Sin ningún plan salvo gozar de unos batidos de chocolate, nos sentamos y platicamos por un ratito. Mi amiga echó a reírse hasta que no podía controlarse y yo eché un vistazo por el restaurante a ver sí alguien oía nuestro ruido. En aquel momento sentí una oleada de audacia en mi espíritu. La que se sentaba a la izquierda se volvió hacia mí y preguntó si debíamos ministrar a la gente del restaurante. Sentí un gran “sí” desde Díos, y sin pensar, de repente me levanté y quedaba frente a una pequeña masa de gente. Anuncié en inglés y español algo sobre el deseo de Dios que se sane la gente, y que querríamos orar por cualquiera persona que tuviera una enfermedad o cualquiera otra necesidad. Una mujer lo señaló a su esposo, y nos acercamos a ellos. Fue un pastor de una iglesia local. Oramos para que Dios les diera provisión financiera y bendición.
Luego, afuera, habían unos hombres sin hogar, claramente borrachos, sentados junto al portal. Me pidieron dinero para cigarrillos, a lo cual contesté un ‘no’ firmo. El que se llama “Dave” declaró que era veterano de la guerra de Vietnam.
“Siempre que conozco a veteranos como usted,” le dije en serio, “quiero decirles ‘bienvenido a casa, y bien hecho, le agradezco mucho su sacrificio.’”
Antes de que pudiera acabar de decirle eso, rompió a llorar. Había sufrido heridas profundas a causa de las cosas que vio en la guerra. Hasta haber enseñado en la universidad de Cornell (y ya sin hogar), todavía llevaba en su corazón los soldados que se le perdieron y el dolor de haber matado a otros. Le hablamos del amor poderoso del Padre Celestial que puede cubrir y sanar esas heridas y oramos por él. Después se ponía alegre y sobrio.
Mientras tanto, los otros dos amigos habían orado por un chavo con dolores de las rodillas. Se había levantado, confundido por la desaparición súbita de todo el dolor. El libro de Hechos en Wendy’s…¡Alabado sea Dios!
Thursday, April 2, 2009
¿Feminista?
En mi opinión Sor Juana Inés de la Cruz es menos una feminista y más una defensora de cambio cultural. La definición oficial de feminista es “alguien que apoya los derechos iguales para las mujeres tal como hay para los hombres.” Sor Juana sí ataca militarmente a los hombres en su poema “Hombres necios,” haciéndolo fácil tildarla feminista radical (“Siempre tan necios andáis…”), y por cierto ella tiene toda la razón. Pero la estamos viendo desde nuestra época posmoderna, tras el siglo veinte y el movimiento de derechos de la mujer en general. Profundamente metido en la sociedad patriarcal de su época, Sor Juana no lucha en su poema por los derechos de su sexo, sino que pretende derribar la vista cultural que satura la sociedad sobre las mujeres. Lo curioso es que su observación sigue siendo relevante hoy en día: hay un estándar doble cultural a cerca de la sexualidad de las mujeres en contraste con la de los hombres. Se resume así: “la que es ingrata, ofende, / y la que es fácil, enfada.” Ella destaca la hipocresía allí, aunque sea más un elemento cultural que intencionado (como yo lo veo).
Otra ironía que encuentro es que hemos triunfado en conseguir los mismos derechos de la ley para las mujeres como hay para los hombres, pero la hipocresía tan básica de que se queja Sor Juana todavía existe, quizá tan fuerte como aquél entonces.
Otra ironía que encuentro es que hemos triunfado en conseguir los mismos derechos de la ley para las mujeres como hay para los hombres, pero la hipocresía tan básica de que se queja Sor Juana todavía existe, quizá tan fuerte como aquél entonces.
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