Estoy yo en la estación de la vida cuando tal vez se abusa más la bebida. La institución de la universidad introduce implícitamente el fenómeno del exceso a muchos adultos jóvenes. Ya no hay los límites del pasado inocente, y aunque Baylor es una leve excepción, la mayoría de las universidades no tienen control sobre el flujo de alcohol. Podemos ver semejanzas con el monasterio del Milagro XX (Berceo). El vino está aquí, gratis, y lo único que le impide a uno es su propia convicción. Pero, ¿por qué no paró al monje, quien ciertamente sabía que pecaba? Quiero proponer que este versículo es más que simplemente una regla:
“No se emborrachen con vino, que lleva al desenfreno. Al contrario, sean llenos de Espíritu.” Efesios 5:18
Siempre me pregunto ¿por qué emborracharse? Les conozco a personas quienes han bebido desde que tenían dieciséis años, y ya que tienen veintiuno, todavía beben como si fuera lo más divertido en todo el mundo. La verdad es que no han experimentado la Presencia de Dios manifestado dentro de ellos mismos. No han tenido ese encuentro poderoso con el Amor del Padre Santo que satisfecha todo anhelo. El monje vio la realidad de Dios en su alucinación, y le causó arrepentirse (no una regla que ya sabía). Yo os animo a pedir a Jesucristo por ese encuentro…es infinitamente más divertido que alucinarse, os juro. Y es para todos.
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