A veces las cosas más importantes que decimos no se entienden. El intercambio cómico de señales de mano en el poema de Romanos y Griegos me recuerda de las muchas veces que he tenido dificultades en comunicar a través de idiomas y culturas diferentes.
Estaba en Grecia este verano pasado con mi primo. Al mediodía, andábamos por una calle de Atenas llena de griegos frenéticos cuando vi a un minusválido de mediana edad en su silla de ruedas, mendigando. Paramos y yo intenté hablarle con mi griego fatal. Sólo sabía las palabras “orar para ti” y “Jesucristo.” Me miraba como idiota total. Intenté otra vez con mi mejor pronunciación y le señalé la pierna. Nada. Mi primo, sin cualquier conocimiento del griego, le señaló su collar de cruz y se hizo como si orara con las manos. De repente entendió el hombre, a mi vergüenza, aunque parecía escéptico de nosotros (evidentemente esperaba unos euros). Oramos y le damos una despedida poco elegante…no sabía preguntarle cómo sintió y parecía que no le gustamos tanto…Me acordé el verso en Corintios “…para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura.” ¡Pero fue mi primer intento ver el libro de Hechos ocurrir de nuevo en Grecia!
En las palabras inmortales de Coleman: “Whatcha talkin’ ‘bout Willis?”
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