“…no hay tal cosa en el mundo para vivir mucho que comer poco.” – El Escudero
El hambre es una experiencia interesante. Tiende a subyugar las otras ansias, como dice la cita de Lazarillo del Tormes. El cuerpo humano en realidad es muy experto en funcionar sin alimentación: primero se usa el glucógeno en vez de la glucosa para la energía. Eso durará unos días. Luego se consume la grasa hasta que no quede más que diez por ciento. Después, empieza a consumir las proteínas, o sea que los músculos echan a descomponerse. Un adulto puede sobrevivir entre 50 y 80 días de inanición completa, maravillosamente.
Pienso en la historia de Jesús y la samaritana: el agua que da vida, el alimento que los discípulos no conocían. A mucha gente la idea de que “no sólo de pan vive el hombre, sino de todo lo que sale de la boca del SEÑOR,” es algo que sólo se pone en la espalda de las camisetas de ‘youth group.’ Las pocas veces que realmente experimento el hambre (y no finjo comprender el hambre profunda que sufren muchos en este mundo) son cuando ayuno como una disciplina espiritual. Lo curioso es que cuando me siento fatal y fatigado en el medio del ayuno y entonces leo la Biblia, las palabras de Dios literalmente me satisfacen mejor que la comida; el dolor del hambre se alivia. Tal vez eso parece increíble, pero es la realidad del poder de las Escrituras. ¿Cómo se encuentra la comida espiritual en su vida?
Subscribe to:
Post Comments (Atom)
No comments:
Post a Comment