Al intentar seguir la tradición quijotesca, lo encuentro difícil imaginar la mujer ideal sin que se conozca uno a si mismo. Supongo que volveré a mi primer entrada sobre quién soy yo para entender quién será ella.
Primero, la regla que no se puede violar: tendría que ser absolutamente consumida por el amor de Dios y apasionadamente dedicada a ver avanzado Su Reino. Si no tuviéramos nada más en común, ella todavía poseería lo ideal.
Además a eso, si más puedo pedirle, una música sería, y bilingüe o más. Su sentido de humor subiría a veces al nivel del ingenuo agudo, pero florecería con lo ridículo, siendo maestra del mal juego de palabras. No erudita, pero culta (distinción muy minúscula pero importante) y encantada con viajar el mundo. Idealmente sabría cocinar como arte, pero si no, aprenderemos juntos. No pierdo tiempo con las apariencias físicas específicas, temiendo que mi esposa futura tropiece con mi blog, quien sin duda será la más hermosa del mundo.
Tal princesa ya sentiría el peso de parámetros tan estrictos, pero le gustaría saber que además ella sería un poco ruidosa, y le permitiría yo hablar mucho. Es que a veces soy callado, y me encantan las chicas algo expresivas y locas. Romántica sería, pero no melodramático. Me perdonaría todos mis defectos, y yo a ella (aunque el amor cegaría cualquier).
Monday, March 2, 2009
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Y ahora, solo tienes que jugar "el juego de esperar."
ReplyDeletesí, tienes razón...era difícil escribir eso, que en realidad no pienso en 'cómo será' ella a quien espero...la sorpresa de lo inesperado vale algo, creo
ReplyDeleteVale mucho lo inesperado. Además, no podemos anticiparnos ver la perfeción en ella perfecta. Creo que solo vemos la perfeción en ella que tiene defectos. (que desgarbado)
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