Los exámenes: la pesadilla de los estudiantes. El momento en que la mano cruel del profesor que sujeta el cuello del estudiante, sofocándole la vida, aprieta con toda su fuerza y cierra por fin el paso de aire a los pulmones. La puñalada fría del “ninguno de los arriba mencionados.” Cuando te llama el verdugo encapachado “te toca a ti,” y te lleva a la guillotina. La flecha de holgazanería que has disparado directamente arriba al cielo y que viene bajando inadvertida hacia la cabeza por fin llega a su blanco.
Los exámenes sólo se pueden entender por medio de la metáfora. No son una cosa, sino algo sentido profundamente en el ser; la resonancia de una gran campana que toca en luto de una pobre alma.
La verdad es que apenas he estudiado para un examen en toda mi vida. Por un lado, suelo improvisar, o como se dice en inglés “to wing it.” Por otro lado, parece que me acuerdo mucho sin necesidad de estudiar. No es exactamente el orgullo, lo cual dice que estoy por encima de estudiar. ¿Por qué hacer algo que no vale la pena?
Este año intento estudiar más y tener más disciplina y organización en general. Esta semana fue un triunfo. Hebreos 12:11 dice “Es verdad que ninguna disciplina al presente parece ser causa de gozo, sino de tristeza; pero después da fruto apacible de justicia a los que en ella han sido ejercitados.” ¡Espero que sí!
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